En octubre de 2004, tras tres años recorriendo Asturias buscando nuestro paraíso personal, recalamos por accidente en el Valle de Arango, delante del portón de lo que entonces se conocía como la casa del sastre. Era una propiedad datada en la primera década del siglo XX, desvencijada y rota. La vivienda ocupaba solo la primera planta, ya que la
planta baja era una enorme cuadra en la que el calor de los animales servía para aislar la planta superior del frío y la humedad. Además, contaba con un pajar hecho de tablones y una impresionante panera de ocho pegollos en un estado regular. No tenía nada que ver con lo que estábamos buscando, pero el flechazo fue tan grande que la apalabramos dos horas después.

La Gualterina ha sido casi un proyecto de vida que ha durado veinte años. Iniciamos su rehabilitación y ampliación en el año 2005. Nuestro objetivo era mantener los volúmenes de la casa original, respetando la arquitectura de la zona, con pequeños toques de modernidad. Respetamos sus muros de piedra de 60cm de grosor sin mover ninguno dejando los nuevos materiales para las nuevas estancias que construimos. Decidimos meter el valle dentro de la casa incorporando enormes ventanales y balcones que permiten disfrutar de la vista desde cualquier lugar.
Cada estancia tiene algún encanto especial, algún detalle que buscamos en exclusiva viajando por toda la geografía nacional:
desde la chimenea que vino de Barcelona, o la bañera de hierro del siglo XIX que trajimos de Cantabria en nuestro coche, el pavimento hidráulico de los cuartos de baños, diseñado para cada uno en un taller de Toledo, o las vigas curvas que antiguos artesanos escondieron para nosotros bajo el cielo raso de la primera planta y que decidimos dejar vistas.
La última gran intervención la hicimos en el 2015 cuando por fin convertimos el prao que nos habían segado con su apetito los caballos de los vecinos, en el jardín que ahora es: un espacio para el disfrute con la familia y amigos, sin que importe cuántos sean, siempre caben más.









